El documental de Netflix, producido por el mismo equipo que publicó Cowspiracy en 2014, denuncia la pesca como la mayor amenaza para la vida marina.
Es sorprendente entender cómo la sustentabilidad y las formas de usar el significado de esta palabra mata al mar, genera esclavitud, viola derechos humanos a gran escala, potencia la muerte marina y, posiblemente, la destrucción total de los océanos para el 2050.
El audiovisual, del cineasta Ali Tabrizi, comienza como un estudio de los desechos oceánicos y luego recorre los numerosos casos de destrucción y corrupción que se dan en la pesca industrial en países como Japón, China, Escocia, Somalia o Liberia.
Se puede observar desde millones de tiburones y delfines muertos en la pesca incidental hasta cómo varias organizaciones conservacionistas estarían motivadas por el dinero para apoyar sellos que marcan a cierta producción de mariscos como sostenibles cuando no lo son.
La ‘captura incidental’ es un gran problema en la industria pesquera Uno de los datos revelados, por ejemplo, es que en Islandia, en un solo mes, se atraparon “accidentalmente” 269 marsopas, 900 focas, de cuatro especies diferentes, y 500 aves marinas
La sinopsis dice: “Apasionado por la vida marina, un cineasta se propone documentar el daño que los humanos hacen a las especies marinas y descubre una alarmante corrupción global”.
Ali Tabrizi dice que comenzó a filmar su documental con el objetivo de descubrir el efecto de los plásticos en el océano, antes de descubrir pronto un mundo de corrupción y engaño dentro de la industria pesquera comercial, que estaba teniendo un efecto mucho más devastador en el agua que nuestro uso de pajitas de plástico.
Los hechos.
Los océanos son el hogar del 80% de vida en nuestro planeta. Las ballenas y delfines, cuando vuelven a la superficie a respirar, fertilizan pequeñas plantas en el océano denominadas fitoplancton. Este fitoplancton marino absorbe cada año cuatro veces la cantidad de dióxido marino que absorbe el Amazonas y genera el 85% del oxígeno que respiramos. Sin embargo, según Tabrizi, director y narrador del documental Seaspiracy, no se tiene suficientemente en cuenta la problemática de la pesca cuando se habla de la crisis climática.
Tanto la industria pesquera como las piscifactorías (granjas de peces) matan cada año una cantidad de peces equivalente a la población de 210 planetas Tierra y esta cifra no incluye a los animales capturados por la pesca ilegal.
En palabras de Tabrizi, “en un mundo preocupado por el carbono y el cambio climático, proteger a estos animales puede significar proteger toda la vida en la Tierra. Si los delfines y las ballenas mueren, el océano muere. Si el océano muere, nosotros también”.
Las certificaciones de pescado sostenible pueden no ser todo lo que parecen.
Uno de los mayores hallazgos que se muestran en el audiovisual es sobre las etiquetas Dolphin Safe en latas de atún que se expenden en Estados Unidos y gran parte de Europa. Estos distintivos prometen a sus usuarios que el atún que consumen ha sido pescado de forma sostenible y que ningún delfín ha muerto en las faenas.
Sin embargo, el documental demuestra que las organizaciones ambientales como el Earth Island Institute, a cargo de otorgar estas etiquetas, no pueden asegurar que no haya delfines muertos o enredados en los artes de las faenas atuneras y, además, uno de sus representantes señaló que existe la posibilidad de que sus observadores a bordo de los barcos puedan ser sobornados.
Otro de los aspectos abordados es la basura que genera la industria de la pesca, redes y equipamientos constituirían más del 50 % de los desechos marinos y los cuales son letales, ya que están hechos para matar. Se afirma que en un año, en Estados Unidos, mueren 1.000 tortugas por ingesta de plásticos, pero en ese mismo periodo los barcos pesqueros hieren o matan 250.000 tortugas “accidentalmente”.
En la pieza audiovisual se entrevistó a Sylvia Earle, oceanógrafa, investigadora, activista por los mares que ha estado en las islas Galápagos para realizar sus estudios y fundadora de Ocean Blue. Ella abogó por la defensa de los mares y la vida que albergan.
Al ser consultada si los mariscos sostenibles y sustentables existían, ella contestó: “He buscado mucho, de verdad, un ejemplo de lugar donde es sustentable una extracción a gran escala de vida silvestre, pero simplemente no existe”.
Prácticas Esclavistas en la pesca
En la cinta también se abordan las prácticas esclavistas que se dan en la pesca de gambas y langostinos de Tailandia, llegando a hablar de “gambas de sangre” del mismo modo que hace años se habló de los “diamantes de sangre”. En el documental se recoge el testimonio de un pescador, verdaderamente escalofriante, que narra los abusos y amenazas de muerte que sufrió durante su trabajo en dicha industria.
Críticos de periódicos como The New York Times han calificado de sorprendentes y memorables algunos de los datos revelados en Seaspiracy, pero el estilo retórico del mismo trastocaría el sentido de investigación e “incluso los puntos notables de la película parecen emerger solo brevemente antes de hundirse bajo la superficie, perdidos en un mar de turbios pensamientos conspirativos”.
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En definitiva, Seaspiracy ofrece tres pasos para salvar los océanos: “Paso uno: pásate a una dieta basada en plantas. Paso dos: hagamos cumplir las reservas marinas sin capturas. Paso tres: terminemos con todos los subsidios a la pesca”.
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