Según la ONU, el 87% de las mujeres afganas han sufrido alguna forma de violencia física, sexual o psicológica. Pese a ello, el país de 38 millones de habitantes tenía solo 24 refugios para su atención antes del regreso de los talibanes, casi todos financiados por la comunidad internacional y vistos con recelo por muchos lugares.
Algunas organizaciones que manejaron refugios abandonaron esta gestión antes de la llegada de los talibanes.
La directora de una de estas organizaciones dijo a AFP que comenzó a trasladar mujeres de refugios en provincias inestables antes del retiro de tropas estadounidenses.
Algunas volvieron a sus familias con la esperanza de que las protegieran de sus familias políticas. Otras fueron trasladadas a refugios mayores en capitales provinciales.
Con el avance de los talibanes la situación se volvió desesperante, y unas 100 mujeres fueron trasladadas a Kabul, pero la capital también cayó.
“Tuvimos que empezar de cero”, dijo la directora que pidió no ser identificada.
Los talibanes insisten en que su interpretación estricta del Corán otorga derechos y protección a las mujeres, pero la realidad es muy diferente.
La mayoría de los colegios para niñas están cerrados, las mujeres tienen prohibido trabajar en el gobierno salvo en áreas específicas, y esta semana se dictaron nuevas reglas que les impiden realizar viajes largos sin compañía de un familiar masculino. Sin embargo, aún existe un destello de esperanza.
El líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada, denunció en diciembre el matrimonio forzado y Suhail Shaheen, posible embajador ante la ONU, dijo a Amnistía Internacional que las mujeres pueden acudir a un tribunal si son víctimas de violencia.
El régimen no se ha pronunciado formalmente sobre el futuro de los refugios, pero saben de su existencia. Combatientes y funcionarios talibanes han visitado varias veces el asilo donde está Fatema y otras 20 mujeres, según las empleadas.
“Ellos llegaron, miraron las habitaciones, revisaron que no hubiera hombres”, contó una trabajadora. “Dijeron que este sitio no es seguro para las mujeres, que su lugar es en casa”, citó otra.
Incluso antes de la llegada de los talibanes, muchas mujeres en situaciones de abuso tienen pocas salidas. Zakia acudió al ministerio de la Mujer (cerrado por los talibanes) en busca de ayuda para huir de un suegro que amenazó con matarla.
“Ni siquiera me escucharon”, contó.
Lo mismo le sucedió a Mina, de 17 años, quien huyó de un tío abusivo hace siete años con su hermana menor. “El ministerio me acusó de mentir”, dijo a AFP.
No son solo las mujeres que buscan refugio las que son vulnerables. Amnistía Internacional dijo que los trabajadores de los refugios también “están en riesgo de violencia y muerte”.
Varias trabajadoras dicen haber sido amenazadas por teléfono por personas que dicen ser talibanes en busca de mujeres que huyeron de sus casas. Los casos de abuso podrían crecer ante el colapso económico que vive Afganistán, con el desempleo en alza y hambre.
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